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REFLEXIONES SOBRE EL ROL DEL ARQUITECTO Y LA VIVIENDA SOCIAL, EL PROCESO DE DISEÑO Y PROCESOS PARTICIPATIVOS

lunes, 29 de octubre de 2007

REFLEXIONES SOBRE EL ROL DEL ARQUITECTO Y LA VIVIENDA SOCIAL, EL PROCESO DE DISEÑO Y PROCESOS PARTICIPATIVOS

Trabajo realizado por Blanca Pérez García
Asignatura de Vivienda Social;
Profesores: Claudio Navarrete, Alejandro Toro,
Claudio Pulgar y Graciela Terreros


El proceso del diseño de la vivienda es cada vez más un tema que sobre pasa la mera disciplina arquitectónica, debe de tener en cuenta otros factores pertenecientes a otras disciplinas (sociología, medio ambiente, urbanismo, geografía, etc.). Hoy en día se debe hablar de la vivienda como un sistema habitacional dentro de un contexto donde al mero objeto arquitectónico le influyen factores como la inserción en un conjunto habitacional, la pertenencia a un barrio, el medio natural, el medio productivo, el contexto económico y contexto social-cultural.

“……Por ello se empieza a hablar de que el proceso de diseño de una vivienda debería estar en manos de equipos multidisciplinares formados por agentes diversos tales como el Estado, el sector privado, profesionales de diversos campos y usuarios de la vivienda…. No se puede hablar de vivienda, sino de proceso habitacional con diferentes etapas; prospección, planificación, programación, diseño, construcción, asignación y transformación, alojamiento, transformación y evaluación.”

Fuente: Alejandro Toro,
Sesión lectiva del 14- Agosto-2007

En el contexto de la vivienda social en Chile existe un problema de desarraigo de la población respecto al conjunto habitacional. Se construyen conjuntos habitacionales que dan respuesta a la carencia de alojamiento, pero no tienen en cuenta el contexto en el que se insertan. La población no siente la vivienda como suya, no se sienten dentro del barrio, lo cual ocasiona problemas de aislamiento, ausencia de vida pública, deterioro de los espacios públicos, delincuencia, etc. Por ello en la actualidad uno de los objetivos de los programas de vivienda social en Chile debería ser el aumento de la participación de los usuarios en el diseño de los conjuntos habitacionales.

Un ejemplo que apoya este argumento es el éxito los proyectos de cooperación al desarrollo que se han llevado a cabo incluyendo a la población beneficiada como parte fundamental de la puesta en marcha del proyecto. Muchos proyectos de cooperación han fracasado porque los usuarios no los identifican como suyos. Hay dinero para hacerlo, técnicamente están muy bien resueltos, pero quizá no responden a los anhelos de la población a la que se quiere ayudar. El resultando es el abandono de las construcciones. Cuando los usuarios participan en alguna de las etapas del proceso de habitacional, los proyectos de cooperación resultan exitosos en ese sentido.

Pero el problema general del desarraigo de los usuarios respecto de los conjuntos habitacionales no es un problema de dimensiones o un problema económico, no es un problema de que las viviendas sociales de Chile o los proyectos habitacionales de cooperación sean proyectos de inversiones económicas limitadas. Es un hecho que ocurre en todos los contextos socio-económicos y culturales y se manifiesta en el alto porcentaje de remodelaciones que se llevan a cabo en las viviendas nada más se entra a vivir en ellas. Tomo como ejemplos dos apreciaciones: el estudio introductorio sobre cambios realizados en una misma vivienda según el usuario, realizado por John Habraken en su libro Diseño de soportes y el dato de que el 85% de las viviendas entregadas en el barrio de Sanchinarro de Madrid fueron remodeladas durante los dos primeros años desde que se entró a vivir en ellas.

Por lo tanto, mi postura respecto al tema es que las políticas habitacionales de vivienda social de Chile deberían aspirar, no ha aumentar la cantidad de viviendas o las dimensiones de las mismas, sino a introducir a los usuarios en el proceso habitacional. Y digo proceso habitacional, porque se habla de participación en el proceso de diseño, pero esa es sólo una parte del proceso completo del proyecto. El reto por tanto es la participación ciudadana, pero dicho así resulta utópico y abstracto, ¿qué métodos, que herramientas de gestión, que formas de organización pueden dar cabida al usuario dentro del proceso? Si el arquitecto ya no es el diseñador exclusivo ¿qué rol tiene en este proceso?

John Habraken expone en su libro Diseño de soportes la necesidad de que la vivienda se adapte al usuario y ataca la construcción de viviendas en serie, poniendo en jaque que se obtenga algún beneficio social o económico. Para ello propone diferenciar dentro del producto habitacional, el soporte y célula individual. El libro pone en duda que se pueda llevar a cabo una participación directa del usuario en el diseño, porque considera que el diseño individual para cada usuario tendría una complejidad muy elevada. Por ello se propone como solución, un método de diseño de soportes que en líneas generales defina las particiones entre viviendas, la división de éstas en márgenes (instalaciones, zonas de paso) y zonas (estancias). De esta forma a partir de un soporte, se podrían dar diversas distribuciones de vivienda que den respuesta a los distintos usuarios de las mismas. El rol del arquitecto, según este libro, sería el de diseñador de un soporte donde tengan cabida múltiples opciones de distribución, el arquitecto debe también resolver las distintas opciones y presentárselas al usuario, de forma que se sienta identificado con alguna de ellas. El usuario no tomaría parte directamente en el diseño.

El libro Un lenguaje de patrones: ciudades, edificios, construcciones de Christofer Alexander va más allá. Pretende ser, según afirma el autor en la introducción, un manual de diseño para los usuarios que recorre las distintas escalas de la arquitectura, desde temas urbanísticos como la concepción de un barrio, hasta la personalización de la vivienda en su detalle más pequeño. Con este libro se defiende la idea de la capacidad directa del usuario en la realización de un diseño, mediante un proceso previo de educación en la materia, que es lo que pretende el libro. En este caso, el rol del arquitecto es el de un educador, un profesional que transmite sus conocimientos a los usuarios, para que sean ellos mismos los que lleven a cabo el proceso. Pero este libro refleja solamente una sola opción o solución respecto a un problema, que es la opción que el arquitecto cree conveniente.

El mismo autor, Christofer Alexander, da un paso más en su experiencia de la participación del usuario en el libro Urbanismo y participación: el caso de la universidad de Oregón. En él refleja el proceso de diseño para el proyecto de la ampliación de la universidad de Oregón, en el que los usuarios (profesores y alumnos) tuvieron una participación directa mediante la realización de dibujos y esquemas sobre lo que querían que fuese el proyecto. El arquitecto ya no es el que escucha las peticiones del usuario y las diseña, sino que en este caso el arquitecto y el usuario trabajan conjuntamente en el diseño mediante material gráfico realizado por ambos. El arquitecto tiene que ser capaz de ser el mediador en el proceso, de forma que las diferentes propuestas planteadas acaben siendo una. Con este libro queda planteado un método de participación del usuario en el diseño de forma directa.

Sin embargo cabe hacerle una crítica, el hecho de que el edificio responde sólo a la visión de un conjunto de usuarios que utilizarán el edificio en un momento determinado del tiempo de vida del mismo. ¿Son los anhelos de un grupo de usuarios en un momento determinado, los anhelos de cualquier usuario durante el tiempo de vida útil del edificio? El problema empieza a complejizarse.

Joan McDonald en su libro El arquitecto y el modelo progresivo y Haramoto en su libro Vivienda social. Tipología de desarrollo progresivo, aportan otra visión sobre la participación. Propone un modelo de vivienda semilla, que evoluciona en el tiempo según las necesidades de los usuarios. Las viviendas resultantes tienen la gran virtud de que han sido transformadas directamente por ellos a lo largo del tiempo de forma que se genera una relación directa entre el producto y el usuario, una correlación que supera los problemas de desarraigo de los diseños habitacionales. El arquitecto en este caso tiene el papel de diseñar un producto habitacional básico, no terminado, dejando cabida a la posibilidad de ampliación del mismo a lo largo del tiempo, donde el usuario toma el relevo en la tarea y se convierte en diseñador directo.

En las políticas habitacionales de vivienda social en Chile se planteó un modelo similar, las viviendas progresivas, frente a las viviendas llave en mano. Éstas tenían el problema de ser un producto acabado, en el que el usuario no había tomado parte. Las viviendas progresivas tienen la ventaja, por un lado de resultar más económicas, con el consecuente efecto de que con los mismos recursos económicos se puede dar respuesta a la cobertura básica de vivienda de un mayor número de familias, y por otro lado de dar cabida a la participación del usuario en el diseño de la misma, que evoluciona a lo largo del tiempo. Lo que en un principio podría haber surgido como una solución con beneficios económicos, resulta un adelanto muy significativo respecto a la participación del usuario en el diseño. Los conjuntos habitacionales de los programas de vivienda social en Chile ya son sólo un fragmento de ciudad donde todas las viviendas son iguales, diseñadas de forma autista por un arquitecto bajo la aprobación estatal, sin tener en cuenta al usuario, sino que ofrecen un tejido diverso y dinámico que evoluciona en el tiempo como debe hacerlo una ciudad.

En estos casos en rol del arquitecto pudiera parecer que merma y pierde importancia en el diseño, puesto que se reduce a una solución mínima, un germen de vivienda. Sin embargo es fundamental que ese diseño dé cabida a todas las necesidades básicas de los usuarios desde el primer momento y permita una evolución favorable en el tiempo. El arquitecto debe prever cómo va a ser esa evolución, los distintos casos que pueden darse, debe adelantarse a lo que pueda acontecer, con el fin de que se den siempre unas condiciones de habitabilidad básica en la vivienda progresiva.

Después de un amplio barrido sobre las distintas metodologías de participación del usuario en los procesos de diseño, cabe reservar un pequeño comentario sobre el material que permite dichos procesos.

El lenguaje del diseño es un lenguaje gráfico y visual en cualquier caso. El plantear que la participación de los distintos agentes en el problema del diseño, puede resolverse mediante mesas de debate multidisciplinares, resulta ingenuo. El diseño debe resolverse con los medios que utiliza éste para expresarse; esquemas, croquis, planimetrías, collages, imágenes, maquetas, etc. El problema es que, en un entorno multidisciplinar de trabajo, no todos los agentes que toman parte tienen la capacidad para generar dicho material gráfico, lo que puede derivar en un fallo en el proceso de comunicación entre ellos. Por este motivo, el arquitecto juega un papel muy importante, por ser un profesional en ese campo. El arquitecto tiene la capacidad de usar las herramientas que permiten un debate en torno al diseño, con el lenguaje propio del diseño y debe ponerlas al servicio de los agentes, para que consigan expresar de un modo gráfico la visión de cada uno al respecto. El arquitecto tiene en todo caso la responsabilidad de ser un generador de todas las posibles opciones y mostrarlas, para que se genere debate en torno a material gráfico.

Durante el curso de vivienda social, nosotros los alumnos hemos tomado ese rol de arquitecto, hemos generado diversas soluciones a un mismo problema de ampliación de las viviendas de San Bernardo. De forma desjerarquizada y sin tener preferencia alguna en un comienzo, se han desarrollado múltiples opciones y han sido presentadas a los vecinos con la intención de dar cabida a la mayor cantidad de situaciones. Ahora bien, ¿Cuál es la forma más efectiva de expresarse en el lenguaje del diseño gráfico con una persona que no está familiarizada con él? Después de esa experiencia se sacó la conclusión de que las maquetas desmontables y dinámicas que permitan combinaciones y los croquis de volumetrías eran el mejor medio de comunicación entre el arquitecto y el usuario.

Tras analizar el tema de la participación del usuario en el diseño de la vivienda, cabe comentar que la participación no sólo puede darse en el diseño, sino también en otros procesos del proceso habitacional, como puede ser la autoconstrucción o la autogestión.


Volviendo a poner como ejemplo los proyectos de cooperación al desarrollo, en muchos se plantea que el proyecto no es sólo un tema arquitectónico sino también de capacitación. Son los mismos pobladores los que construyen las viviendas. Ello supone una mayor empatía con el proyecto y la adquisición de conocimientos técnicos que son una inversión de futuro esencial para que la zona se siga desarrollando una vez finalizado el proyecto previsto. De esta forma se designan grupos de personas que van a capacitarse en la realización de elementos constructivos de forma especializada (maestros de tejas, maestros de vigas, maestros de cerramientos).

Otro tema interesante es la autogestión de un proyecto por parte de los usuarios, de forma que detrás de los proyectos exista un entramado organizativo de comisiones y grupos de trabajo que se organicen para hacer que el proyecto se ponga en marcha, para conseguir financiación, para gestionar los recursos materiales y económicos, etc.

No cabe duda de que la participación de los usuarios en el proceso, hace que éste sea más complejo y lento, hasta en ocasiones dificultoso. Sin embargo es algo cada vez más necesario y deseable para lograr que el proceso habitacional sea satisfactorio. En las políticas habitacionales de vivienda social en Chile se invierten presupuestos limitados para la realización de los conjuntos habitacionales, por eso es necesario que estos recursos sean optimizados para conseguir unos excelentes resultados con cada peso que se destina a tal efecto. Participación es sinónimo de empatía y de capacitación. Para que ocurra tienen que existir plataformas que dejen espacio a la organización de las estructuras que permitan dichos procesos, así como información y experiencia de cómo ha de llevarse a cabo el proceso para que éste no resulte un caos. En él el arquitecto tiene que tener un papel de organizador de la metodología, un papel de generador de opciones físicas a ser debatidas, un papel de profesional del diseño al servicio de los usuarios y un papel de moderador en la discusión de las opciones y de orientador en cuanto a las posibilidades técnicas de la realización del proyecto. Al contrario de lo que pueda parecer, la participación del usuario en el proceso, no merma sino que potencia el papel del arquitecto dentro del proceso.


Blanca Pérez García, es española, estudiante de arquitectura de intercambio de la ETSAM de Madrid. blanquipeich@gmail.com

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